domingo, 11 de mayo de 2014

ESCOLAR EN UN ¿BUEN? DÍA

Natural de Robleño al buen primero / Foto: LAS-VENTAS.COM
Por Javier Hernández - @javihernandez76

El ganadero José Escolar debe estar desconcertado. A buen seguro que esta corrida ha sido la que más se ha parecido a lo que su yerno, el maestro Fundi, le decía que era el toro de lidia. Seguro que es la corrida que más cerca ha estado del ideal de embestida de lo que le pedía El Fundi y, sin embargo, es día de caras largas entre los fans de la vacada. La buena clase del primero, el ritmo y la obediencia del segundo, algunas cosas del tercero y la nobleza del cuarto son cosas muy positivas que pocas veces se vieron en cantidad tan abundante en esta vacada. Y, sin embargo, los fans están tristes
.

Los seis dijes de José Escolar, menudos, finos, bonitos, de estrechas sienes, muy en Santa Coloma años 60, de viva mirada y no tan viva acometida, han enseñado más posibilidades de éxito que fiereza. Un buen día para torear escolares que parecían de Joaquín Buendía, pero un mal día para que el ganadero reciba parabienes en la barra del bar. Dirán ustedes que así no hay quien se aclare y lanzarán la pregunta: ¿fueron buenos o malos los escolares? Como gente, mejor gente de lo esperado, buena gente. Como escolares, mucho más torpes que los de otras veces, pues tardaban más en aprender. Y, como toros, menos fieros, más obedientes y tirando a aburridos. 

El primero baja en nota porque fue primero y carga con la culpa de los últimos, pero este fue de nota notable. Humilló, empujó caballos y telas, quiso coger con las puntas de sus pitones remangados y con gesto de clase. Le faltó lo mismo que al torero, poner argumento, poner pasión, armonía, estética, profundidad, faltó ese algo que tienen que poner los artistas cuando al toro le falta muy poquito. Y Robleño no lo puso, porque el guerrero se prepara para la guerra y no para estas otras lides, mucho más delicadas, crear y forjar cimientos del arte de torear. Toda la vida pidiendo uno que regale veinte pases por abajo y… maldita sea la estampa. 

El bonancible cuarto, aun con menos humillación, también fue pasta manejable para moldear alguna creación delicada, tirando de compás, de armonía, como aquel glorioso Julio Robles del otoño del 89 con los Buendía, que llevó el Danubio azul a los oídos de todos por tan bella danza. Pero Robleño no es Robles ni hoy tenía cuerpo para el valls, tal vez por prepararse para el heavy metal. En lugar de una danza, un naufragio.

El lote de Pérez Mota sacó los defectos propios de los Buendía que antaño no resultaban buenos: acometer un punto adormilados y salir de las telas con la cara natural. Mota, torero trabajado, dedicado a esto, metido, queriendo, clásico y arrebatado cuando había que estarlo, quiso poner su alma bajando la mano mientras el toro levantaba la cara. Muleta por abajo y cara por arriba, así lo intentó mil veces, sin probar que hubiese pasado por torear apasionado, a media altura y a tope de pasión, yéndose con el pecho detrás de ese ritmo que así pasó por tontorrón. El quinto, sin embargo, se le vino abajo pronto, vacío casi sin empezar.

Tercero y sexto, más oscuritos ellos en su tono plata, más oscuritos también en comportamiento, le tocaron al menos placeado y más joven, a Miguel Ángel Delgado. A su primero le dio la ventaja de la distancia, aunque le respondió mejor en cercanía y entre una cosa y la otra, pues no pasó nada. Y el sexto fue malo, el malo de la película, el malo que hace que José Escolar se vaya enfadado, perdiendo fans y como fracasado cuando, posiblemente, haya echado su mejor corrida en Las Ventas de Madrid, la de mayores opciones, la más cercana a embestir como lo hacían los Buendía. Hay días que no merece la pena tener un buen día.


 


FICHA
Plaza de Las Ventas. 3ª de San Isidro 2014.Seis toros de José Escolar, muy astifinos, con mucho menos tamaño de lo habitual en esta plaza y muy entipados en Santa Coloma. El primero tuvo buena clase aunque duró poco. El segundo, aún sin humillar, también sacó buena pasta. El cuarto resultó noble y el resto más deslucidos.

Fernando Robleño (blanco y plata con remates negros): Palmas tras aviso y silencio tras aviso.
Pérez Mota (marino y oro): silencio y silencio.
Miguel Ángel Delgado (blanco y plata): silencio en ambos.

Cuadrillas: Destacó Pedro Iturralde picando al cuarto y Ángel Otero con las banderillas, obligado a saludar.

Entrada: Tres cuartos, en tarde primaveral.

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