lunes, 2 de junio de 2014

TRES CUADRIS MUDOS Y UNO CHILLÓN

Venegas, volteado / Foto: LAS-VENTAS.COM
Por Javier Hernández - @javihernandez76

Las paradojas del destino tienen estas cosas. Tres buenos toros, tres, mudos los tres. Tres toros de carácter noble, obedientes en las telas, pasando, sin mucho empleo, sin gran humillación, sin gran duración, pero tres buenos toros, tres que nada dijeron. Y a nadie dejaron contentos. Los toreros que tuvieron los toros buenos y mudos, disgustados. El torero de los toros malos, Iván García, disgustadísimo. El ganadero, disgustado. Y el público, aburrido, hasta que salió el fiero, el chillón.


Hubo un torero que tuvo dos toros buenos entre sus telas. Dos buenos, de carácter bueno, toros que si fuesen gente serían buena gente, ni timadores ni delincuentes. Dos toros nobles, obedientes. Por allí, dictaba el cite de Castaño, y por allí se iba el toro. Por allá, y por allá acudía hasta donde le decía el matador. El primero de los dos buenos toros que tuvo Castaño fue tan bueno que hasta tenía cara de bueno y no como se la pintan los pintores a los toros de Cuadri, que los pintan como al demonio mismo. Toro alegre en banderillas para las alegres banderillas de la cuadrilla más aplaudida del milenio presente. Toro que no humilló, que de haber humillado hubiese sido de nota altísima. Toro bueno al que había que ponerle pasión, cadencia, ritmo y calidad, y al que no se la pusieron. Cuántas veces es mejor la mala gente con mil defectos que la buena con uno solo, porque cuando se trata con gente mala de mil defectos el bueno eres tú.

El otro toro bueno de Castaño sí tenía cara de demonio, como se la pintan los pintores a los Cuadri. Pero fue toro de moverse y moverse bien, toro de obedecer. Toro de trato correcto, nada arisco, solo le faltaba hablar, decir. Pero el toro no decía. Eso es lo que tenía que hacer su matador, pero es torero de hacer y no decir y aquello, entre mil pases, se quedó sin enviar mensaje, que es lo que anhelan los públicos, emocionarse con mensajes.

El diestro Iván García tuvo dos cuadris refunfuñones. Con esos dos bichos no se podía dialogar, ni llegar a negociación. Ni por las buenas, ni por las malas. Tercero y quinto fueron dos toros que emitían ruidos confusos, entre dientes, defensivos, con apariencia de enfadados y de no estar pensando en cosas lindas. Y seguro que no fueron peor gente porque en los caballos le dieron lo suyo para ahormar, mermar, reducir y hacer desistir. Dos toros sin historia para un torero al que se le complica su historia.

El confirmante Venegas tuvo el toro mudo, primero, y el chillón, el sexto. Toro mudo porque no decía lo que quería decir. Toro bueno ese primero, por pronto, por fijo, por obediente, por repetidor, por ser un buen toro que no decía por sí solo, porque los toros buenos no dicen y permiten que sea el artista el que diga lo que tiene que decir si es capaz de decir en ese trance de tratar con un toro, por muy mudo y obediente que este sea. Toro bueno con el que Venegas dijo que quiere, que anhela ser torero y que se atreve a hacer lo que tienen que hacer los toreros. Pero toro con el que a Venegas le faltó la solidez, el oficio, las tablas y quién sabe si algo más para terminar de decir lo que algún día, quién sabe, puede decir.

El otro toro de Venegas fue el chillón. Chillaba el toro como queriendo decir aquí estoy yo, cuidado conmigo. Ese sexto, más fino de todo de lo que habitualmente son los cuadris, con menos badana, con menos romana, con otra hechura, distinto. Toro agresivo de por sí, que pasó por el caballo de picar como ahora se pasa la aduana de Portugal, a la ligera. Y chillando llegó el toro con su empuje, con ganas de guerra y el soldado con tablas de recluta. Venegas quería pero el que podía era el toro por fiereza, genio y fuerza. Venegas quería triunfar y el toro quería coger. Fue el toro el que consiguió su propósito en una voltereta horrible, de una violencia terrible, un visto y no visto. El joven torero resucitó aturdido y se puso otra vez, con sinceridad, sin locuras, sin oficio, dejando claro su mensaje: quiero oportunidades, que le llegarán en menor número porque marró a espadas.

Tres cuadris mudos, buenos, que no decían porque son los artistas los que deben decir, tres toros buenos como son los buenos toros de otras ganaderías que los crían con ese mismo propósito y, además, lo dicen. Y uno chillón, toro con el que Venegas sí dijo lo que tiene claro que tiene que decir, que quiere ser torero.





FICHA
Plaza de toros Las Ventas de Madrid. 25ª de San Isidro 2014. Toros de Hijos de Don Celestino Cuadri, desiguales de presencia. Nobles y obedientes 1º,2º y 4º. Deslucidos y apagados los castigados 3º y 5º. Fiero y violento el crudo sexto.
Javier Castaño (blanco y oro), silencio en ambos.
Iván García (rioja y oro), silencio tras aviso y silencio.
José Carlos Venegas (fucsia y oro), que confirma alternativa: ovación con saludos tras aviso en los dos.
Cuadrillas: Fernando Sánchez y David Adalid se desmonteraron tras parear al segundo y al quinto toros.
Entrada: Más de tres cuartos.

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