miércoles, 3 de junio de 2015

LA PIFIA PERFECTA

Si los alemanes son sinónimo de perfección, esta Beneficencia la parió Merkel. La pifia perfecta, tan bien organizada, que si usted quiere una pifia sobresaliente, llame a Las Ventas y pregunte por el jefe de esta obra. Todos a una. Los de los toros, los de los toreros, los del viento, los del público, todos trabajando para que la pifia saliese de diez. Una pifia normal la logra cualquiera. Ahora, lo que verdaderamente tiene mérito es una pifiarla así, durante dos horas y con los mejores. Ni el líder Juli, ni el triunfador y rey de esta Feria Perera, ni los toros de Victoriano, que son los del éxito siempre, ni siquiera el sobrero de Montalvo, nadie rompió la perfección de la pifia perfecta, tan lograda ella que será difícil que buscándola vuelva a salir tan aburridamente precisa.

La primera Beneficencia del Rey Felipe VI y la pifia Su Majestad, de viaje a la vecina Francia. Envió a la hermana Elena al palco Real a esa solemnidad del himno, abreviado, en versión corta, que debió de ser otra pifia, debió de ser la versión antipitada que llevaban ensayada para los del fútbol.

Si por unas cosas u otras alguien parecía salirse del guión, si alguien se desviaba lo más mínimo queriendo hacer las cosas bien, allí estaba el otro a enmendar fallo. Por ejemplo, el primer toro: tan bajo, tan suelto de carnes, tan serio de testa y tan empeñado en embestir con cierto estilo, sobre todo por la izquierda... Vamos, que el toro no salió a pifiarla. Pues allí estaba Juli, como atenazado, como bloqueado, mecánico, tocando fuerte y renegado, para que la pifia fuese pifia. Y ya al final, cuando Juli medio encontró la fluidez por naturales, cuando negoció con el toro romper la pifia perfecta, el público saltó de fondo con su improperio, su pitido, su irreverencia y Julián parecía recordar que el objetivo era pifiarla perfectamente.

El primero de Perera también era bajo, también suelto de carnes, también serio de cuerna. Y una locomotora del AVE cuando cogía raíles hacia la querencia de chiqueros. Picado allí, banderilleado con mucho riesgo en el cinco y toreado en la contra, con mimo, encelando, para que decidiese coger ritmo, para que olvidase su querencia y romper la pifia perfecta con la humillación que sí lucía. Ni una tanda le duró Perera y la cosa siguió perfectamente pifiada.

Salía el tercero bien montado, pidiendo toreros. Se estiraba Juli por verónicas, crujía una bien lanzada por la derecha, humillaba el toro y era el viento quien gritaba presente para pifiarla. De naja en los caballos, el toro llegó fuerte a la faena de muleta que brindó a David Mora con un “estamos orgullosos de ti”, y se puso a torear autoritario, mandón, torero, en una apertura por abajo con su trinchera arrogante. Podía ser que… Pues no. Que si el viento, que se mete por dentro, que si la doble velocidad, que si torear para el toro, que si apuesto y construyo para un mejor final y al final ya están aburridos. Total, otra pifia.

El cuarto estaba destinado a romper el sino. El cuarto era un toro distinto, con remate, con mucho cuajo, muy hondo, apretado de cuerna engatillada y también apretado de carnes. Embistió de dulce al vuelo del capote de Perera, humillado, girando la cara, redondeándose… Era el toro para llevarle la contraria al jefe y romper la pifia perfecta. Juli lo vio y quitó por chicuelinas de compás abierto y mano baja. Allá que fue Miguel, que se note que es mano a mano, que amigos pero rivales. Y Miguel clavó zapatillas con su capote a la espalda y en homenaje a Gaona recetó una gaonera inverosímil, tan ceñida y limpia que parecía romper la ley física de los espacios. Banderillas de tronío del joven Fini, que saludó. Era el toro, la tarde rompía, al garete con el inventor de la pifia perfecta. Clavar zapatilla, en el tercio y comenzar por alto, siempre ceñido, sin quebrantar, que no sobra el fuelle. A la segunda tanda de mano baja el toro dijo nones.

El quinto, Beato, se parecía a aquel triunfal del adiós de Esplá en el pelo y en el nombre. Ni su hechura, ni sus formas, ni su celo, ni aquel ritmo excelso. Ese Beato era un homenaje a la vulgaridad, un tirador de arreones que cuando no arrollaba a Juli le regalaba un pisotón. Juli, esta vez, no quiso romper el guión y se apuntó al carro de la pifia perfecta, como dejándose llevar por ese toro tan opaco, por ese ambiente maniático  e irreverente.
También le pasó a Perera. Se condenó a pañuelo verde al bajo y salpicado sexto, que había empujado bien al caballo, que había humillado en los capotes y que había mostrado signos de escasa fortaleza. Su mayor error, ser sexto en un día como hoy. Y salió un sobrero de Montalvo, que no fue bueno, ni fue malo, ni reservón, ni entregado. Simplemente, una pifia para completar la pifia perfecta. Ni humilló, ni quiso quitar cabezas. Ni Perera se puso en la vía para que le arrancaran la suya.

Se había consumado. Todo un logro. Ni usted, ni el vecino de usted lo hubiese hecho mejor. Para hacer lo perfecto ya están los mejores. Ya ven, la pifia perfecta.



FICHA
Madrid, miércoles 3 de junio de 2015. Corrida de Beneficencia. Toros de Victoriano del Río y Toros de Cortés (3º). El 6º fue devuelto a los corrales por flojo y sustituido por un sobrero de Montalvo. Desiguales de tipo y deslucidos todos. Todos apuntaron cosas buenas pero todos llegaron rajados al final, salvo el primero, que tuvo buen pitón izquierdo.
El Juli, grana y oro: palmas, palmas y silencio.
Miguel Ángel Perera, ciruela y oro: silencio, palmas tras aviso y silencio.
Entrada: Lleno de "No hay localidades", en tarde de calor y rachas de viento.
Cuadrillas: Se desmonteraron tras parear al 4º Jesús Díaz "Fini" y Guillermo Barbero.
Preside el festejo S.A.R. la Infanta Doña Elena, acompañada en el Palco Real por el Ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, e Ignacio González, Presidente en funciones de la Comunidad de Madrid. Sonó el Himno de España antes de arrancar el paseíllo.

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