lunes, 1 de junio de 2015

LA HECATOMBE RENTABLE

La peor entrada de San Isidro y los que fueron se colmaron de sopor, ruina, vacío y desesperación. La hecatombe con la que se gana dinero. El milagro que no se da y que es una máquina de hacer billetes y muñecos de trapo. Este cuento del torismo y de los encastes que pueden desaparecer es un gran invento para las empresas y una lacra para la afición que se decide a sacar un abono, no para los que sacan la entrada del día, que esos saben a lo que van. Una ganadería barata, tres toreros a los mínimos legales y que entran porque los adláteres de la empresa le cogen la comisión y a esperar que surja el milagro. Si no surge, a por otra, que a se le gana una pasta gansa.

Estas corridas que arropa el torismo son el gran beneficio, la gran estafa, el tocomocho mejor inventado. Le parten la cara al ganadero, a los toreros, al público y hasta al aficionado al toro, que le parten la cara y el corazón. Y la empresa, de rositas y feliz, se lleva un dineral y nadie se acuerda de defecarse en ella, porque el personal pagano anda haciendo memoria con la madre del ganadero, del semental y hasta de los toreros. Así, Partido de Resina lidió su corrida completa, tal y como estaba anunciada: seis bichos. Seis cárdenos. El ligerito, bajito, finito, afiladito y, en consecuencia, nada entipado primero; el más oscurito, bajo, estrecho e inesperadamente largo que hizo segundo; el gordo, clarito, guapo de cara, serísimo y esperado tercero; el abierto, lucero, de cara larga, basto y amoruchado que saltó cuarto; el también abierto, cornalón, bizco y feúcho quinto; y el altiricón, cornicorto e imitador del perro de San Roque, rabón sin que presida Julio Martínez, todo un riesgo. Un poema sin rima, vamos.

Los miembros del consejo de administración de Taurodelta, con las más de 16.000 entradas vendidas y cobradas desde marzo, eran los únicos que daban palmas mientras gritaban guapo al pasar cada cardenito por los pasillos. Echen la cuenta así, por lo bajo… 16.000 entradas a una media barata (casi todo lo vendido era sombra) de 20 euritos arroja un total de 320.000 euros cobrados en marzo. Ole. Pues ese negocio tan rentable en las arcas empresariales fue la hecatombe de siete a nueve de la tarde. Dos horas de aburrimiento general bien valen el botín, pensarán. Y tal vez lleven razón los empresarios. Esta mercancía barata, que no era ni del gusto del ganadero, nunca levantó la mínima ira entre el respetable. Alguna protestilla tímida, algún grito aislado, que no digan que aquí sólo se grita cuando los toreros caros torean a los toros caros. El respetable, es curioso, paga lo mismo el día del torero y del toro barato que el día de los caros, pero se suele enfadar mucho más cuando a la empresa le toca desembolsar el taco gordo. Paradojas de los días del torismo.

En este primer día del torismo, pues así gustan de etiquetarlo los que le ponen etiqueta a todo, tres toreros con etiqueta de valientes y en ese impás del ahora o nunca. Gallo abrió la plaza con uno que fue poquita cosa en todo, en tipo, en altura, en exigencia, en distinción. El de Salamanca lo circuló limpio, ordenado, resuelto y anodino. Y al otro, al que se lo podría encontrar por las calles de la Vall  de Uxó en una tarde de paseo, lo movió con oficio y consciente de que allí no iba a pasar nada. A los dos los mató con brevedad.

El colombiano Ritter es, a estas horas, el único salvado de la quema. Se conocía su valor, su determinación y también su falta de resolución por otras vías. Ahora sí sacó esas mañas. Intervino en muchos quites, por chicuelas o gaoneras, unas más limpias que otras, todas voluntariosas. Y a su primero, que se movió con recorrido, obediencia y la cara natural, lo pasó ligado, tapando la cara, con otro aire, menos trágico, menos determinante y menos personal que en otras ocasiones. Dio muchos pases, algunos de buen talle, queriendo echar los trastos con suavidad, mucho a media altura y en línea, como requería la acometida del cárdeno oscuro. Y esa evolución técnica no encontró continuidad a espadas, donde se atascó mucho Sebastián. Ya con el otro, feo, topador e impropio de lo que debe ser el lujo de Madrid, no tuvo la mínima opción y se encontró con la nada, que es lo que le decía la lógica y no con el triunfo que alimentaba la ilusión como milagro posible.

Rafael Cerro también se va a su casa con la cara partida en dos, tras lidiar a uno defensivo e imposible y otro que, dentro de la ruina, apuntó acometividad y cierto viaje. Y se lleva la cara rota no por su incapacidad, ni por sus formas, no, sino porque esta hecatombe rentable le contará como oportunidad perdida y no como lo que ha sido: una encerrona traicionera. Los que hoy han hecho un gran negocio, mañana, cuando el torero vuelva a pedir otra intentona, le dirán que hay que esperar, que hay más gente y tal.

Así es la hecatombe rentable, una soporífera forma de despeñar toreros y ganaderías que arroja beneficios gracias al amparo del abono y que, además, abarata la mano de obra para futura funciones, porque así serán más los que desde el pozo pidan rescate. Todo un invento que usa la empresa de la primera plaza del mundo y que no fue diseñado por los de Podemos, aunque lo parezca.



FICHA
Madrid, lunes 1 de junio de 2015. Toros de Partido de Resina, desiguales de tipo, de trapío y sin opción de brillo, salvo segundo y sexto, que se movieron algo más sin humillación.
Eduardo Gallo, sangre y oro: silencio tras aviso y silencio.
Sebastián Ritter, violeta y oro: silencio tras aviso y silencio.
Rafael Cerro, blanco y plata: silencio en su lote.
Entrada: Menos de tres cuartos de plaza.

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